IMAGEN: Matías Miguel Clemente, Praga, 2007
El joven mágico
El joven mágico de las manos de oro
que remando no se cansa mucho
y mira muy deprisa (como si fuese en moto)
vino a quedarse hoy en mi casa
Vivía lejos lejos ya se sabía
tan lejos que era absurdo querer determinarlo
mitad campo mitad luz
allí era su casa el sitio donde era lejos
incluso de ojos cerrados (como él estaba)
y de brazos cruzados ( como parecía dormir)
el joven mágico de las manos de oro
que era todo de préstamo a mi noche
que habló por accidente que ni se llamaba así
(según también contó) había vivido hace mucho
él, que estaba allí, era un falsario
un huído de otro basta ver mis ojos nada sabemos de nosotros a no ser que llegamos sin una luz a escondernos el rostro bellos y asustados de extrañas chaquetas vestidos altos de meter miedo a las aves de largo recorrido ni hay noches así no hay encuentros a lo largo de las ensenadas no hay cuerpos amantes no hay luceros de astros bajo tanto silencio tan duradera tiniebla y no me hables nunca yo soy sordo o no te oigo yo voy a nacer feliz en una ciudad futura yo sé atravesar las fronteras de las cosas mira para mis manos ¿qué te parezco ahora?
Mientras tanto surgió como criatura inocente
conseguía sonreír sentarse verter aguas
con las manos en la cintura libre natural
él que era un fantasma un huído de otro
uno que ni siquiera se llamaba así
el joven mágico de las manos de oro
desaparecido desnudo de todos los sitios de la Tierra.
Mario Cesarini.
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