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Ciberíada, Stanislaw Lem

Imagen: Matías Miguel Clemente, (Catedral de Salamanca)



"Trul gastó dos semanas para introducir en su futuro electrovate los programas generales; luego vino la afinación de circuitos lógicos, emocionales y semánticos. La máquina pronunció en el acto una conferencia sobre el pulido de prismas cristalográficos para el estudio inicial de pequeñas anomalías magnéticas. Trul debilitó, pues, los circuitos lógicos y reforzó los emocionales: la máquina reaccionó con un acceso de hipo y luego con otro de llanto, para balbucear finalmente con gran esfuerzo que la vida era horrible. Trul reforzó la semántica y construyó un admináculo para la voluntad: la máquina manifestó que se le debía obedecer en todo y exigió que se le añadieran seis pisos a los nueve de que constaba para poder dedicarse a pensar en el enigma de la existencia [...] Sin embargo, en el último momento, cuando ya se preparaba para atacarla con un martillo, tuvo una idea salvadora: arrancó todos los circuitos lógicos y colocó en su sitio unos egocentrizadores autoguiados con acoplamiento narcisista, La máquina osciló, se rió, lloró y dijo que tenía un dolor en el tercer piso, que estaba harta, que la vida era incomprensible y todos los vivos unos villanos, que iba a morir pronto y que sólo tenía un deseo: que la recordaran cuando ella ya no estuviera aquí...."


El electrovate de Trul, Ciberíada, Stanislaw lem






He de confesar que nunca me ha apasionado la literatura de ciencia ficción, supongo que tendré demasiadas obsesiones terrenales y que mis miedos no me dejan a veces dejar volar la imaginación pensando en que los innumerables peligros a los que temo están mucho más cerquita, sin embargo Ciberíada es uno de esos libros que no puedo dejar ni un solo segundo, ya que estoy tan ocupado en desternillarme que no me apetece hacer nada más. Ciberíada es un conjunto de relatos cósmicos, galácticos y siderales en el más setentero de los sentidos. Dos personajes, Trul y Clapaucio, dos constructores de la galaxia, dos individuos con rasgos tan universales y con tanta facilidad de simpatizar con ellos como Abott y Costello, Lauren y Hardy, Mortadelo y Filemón, incluso como Tristán e Iseo ya que en ocasiones no tienen nada fácil estos galácticos personajes la solución de sus problemas, y qué pijo¡¡¡, porque a veces son épicas sus andanzas. Desafían a la lógica, a la materia, luchan contra los grandes males de la conducta humana con artimañas que bien recuerdan a los cuentos con moraleja de siglos pasados. Y lo que más me fascina, la premura y la candidez de una época en la que los avances tecnológicos son todavía la gran esperanza del futuro y de una sociedad en la que las únicas muestras de tal tecnología no dejan de ser aparatos para facilitar el día a día doméstico. De verdad, un libro más que recomendable, por su humor, por su lenguaje cibercósmico aterciopelado como los garitos míticos de los 70, y sobretodo por lo eterno y lo fresco de sus mensajes.




Música: no puede ser otra, "Arabesca" de Debussy en la versión de Isao Tomita, (El planeta imaginario)

5 comentarios:

carahuevo dijo...

parejas míticas: modestelo y Matimon. me pido Clapaucio

Anónimo dijo...

¿podré publicar por fin el comentario?

Anónimo dijo...

Jo, me he creado dos nuevos flogs-post-logs y no te puedo mandar las cosicas...

Ya he elegido los poemas que leeré de Bukowski el viernes. He decidido que lo voy a defender (para que luego no me llames picapleitos). Lo defenderé del cargo ese que dice que nunca sintió ni conoció el amor con el poema "Confesión" (si alguien lo ha elegido ya tengo en la reserva "Para Jane"). Del cargo de que es frívolo y que no tiene sensibilidad poética tengo "A solas con el mundo" (también tengo en la reserva "Putrefacción" y "El perdedor").

¡Qué bien Debussy! A mí me gusta más la versión original de la Arabesca aunque la del planeta imaginario también está muy bien (es muy ochentera).

Besos cibernéticos desde mis cincuenta blogs

Anónimo dijo...

Las "esculturas" del astronauta y del buey no están en la Catedral de León, sino en la de Salamanca. Concretamente, la del Astronauta está inscrita en la piedra para conmemorar el Último Concilio Vaticano

Anónimo dijo...

Hey, hey, si es que uno viaja mucho y pues...se le va la pinza o que?...bss