Todos conocemos a algún iluminado o iluminada. Todos sabemos reconocerlos, sabemos cuál es su modus operandi, cuál es el gesto que ponen antes de declararse, por vía de aquello que llamaron inteligencia emocional, como iluminado o iluminada.
Permanecen en silencio, al principio, callan, porque saben que no pueden soltar su vitral de luz así, sin mediar un estudio de la situación, sin reparar en los demás, sin advertir que los que rodean al iluminado tienen la suficiente educación, que es tara para el iluminado al tiempo que su salvación, ya que cuando el iluminado o iluminada repara en que nadie impedirá que su luz nos muestre el camino, despega la espalda de su asiento, se acerca al aliento del resto y muy despacio, muy despacio, muy despacio, comienza a vomitar su preciada luz, cada vez de forma más caudalosa, y al tiempo más abrupta, pero es que tiene que ser así.
El iluminado o iluminada empieza a disfrutar cuando observa que los de alrededor están paralizados, estáticos, perplejos, porque creen que empiezan a estar absueltos de su ignorancia, gracias a su luz, a su razón lumínica, incluso gracias a su indulgencia, porque la luz del iluminado o iluminada también perdona la torpeza del ignorante, la cara del bobo, el gesto del despistado, la ceguera del díscolo, e incluso la debilidad del melancólico.
Todos conocemos a algún iluminado o iluminada, y todos deberíamos llevar un extintor de luz en el bolsillo, porque la luz del iluminado o iluminada es altamente inflamable.
Permanecen en silencio, al principio, callan, porque saben que no pueden soltar su vitral de luz así, sin mediar un estudio de la situación, sin reparar en los demás, sin advertir que los que rodean al iluminado tienen la suficiente educación, que es tara para el iluminado al tiempo que su salvación, ya que cuando el iluminado o iluminada repara en que nadie impedirá que su luz nos muestre el camino, despega la espalda de su asiento, se acerca al aliento del resto y muy despacio, muy despacio, muy despacio, comienza a vomitar su preciada luz, cada vez de forma más caudalosa, y al tiempo más abrupta, pero es que tiene que ser así.
El iluminado o iluminada empieza a disfrutar cuando observa que los de alrededor están paralizados, estáticos, perplejos, porque creen que empiezan a estar absueltos de su ignorancia, gracias a su luz, a su razón lumínica, incluso gracias a su indulgencia, porque la luz del iluminado o iluminada también perdona la torpeza del ignorante, la cara del bobo, el gesto del despistado, la ceguera del díscolo, e incluso la debilidad del melancólico.
Todos conocemos a algún iluminado o iluminada, y todos deberíamos llevar un extintor de luz en el bolsillo, porque la luz del iluminado o iluminada es altamente inflamable.
2 comentarios:
Tienes una errata en el segundo párrafo, jaja
Borra el comentario cuando lo repares, que no cree estigma.
No lo voy a borrar, el consejo y el error forma parte de la amistad y del aprendizaje. Arreglado. Besos.
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