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Incendio mineral. María Ángeles Pérez López. Vaso Roto.



En ti están los cien mil caracteres hereditarios que te atan dulcemente a los demás. Este verso pertenece al poema ¿Y si eres nadie? Se trata de uno de los últimos versos de Incendio mineral de María Ángeles Pérez López, editado por Vaso Roto. Seguidamente señalo: ¿Y ahora? ¿Quién crees que eres yo? Este otro verso pertenece al primer poema, Mi cuerpo choca contra los pronombres.

Los he rescatado así, de este modo -un verso del final y luego otro del principio- porque una de las claves de este libro, en mi opinión, es dar forma a la siguiente intuición: participamos al mismo tiempo del futuro y del pasado, somos materia fractal, estamos allá adelante y acá detrás, y nuestra presencia debe estar tutorizada por la búsqueda, por la interrogación, por la extrañeza, que son las que harán de la existencia un espacio para el conocimiento. Esta arquitectura del libro se construye, además, con otras temáticas que a mi parecer están magistralmente tratadas, y que podríamos resumir -por no extender este consejo, invitación, o como lo queráis llamar-, en la continuidad de la materia, materia granulada que no teme a su sombra, en la transcendencia del lenguaje, en la impronta que llevamos escrita en nuestra carne, piel, sustancia; en definitiva, la comunión que existe entre todo lo que nos rodea, y la unión que experimentamos, también, con un presente que nos reclama como seres racionales.


 Incluye el libro un estupendo estudio del mismo que firma Julieta Valero, con lo que poco puedo añadir yo, si no es una opinión personalísima, y que estaría sustentada en el gozo que he sentido con su lectura, con su manera de hacerse preguntas acerca de las cosas tangibles e intangibles, y su elíptica respuesta que lleva a la poeta a responderse a sí misma, en forma de poema, desde ese otro ser que somos en la escritura -no sé si más clarividente, o más sabio, o sencillamente más libre-. ¿Puedo mirar hacia otra parte para que no se deposite sobre mí este peso que todo lo concierne? O ¿En qué momento se adhiere la manzana a su color? Lo que está claro es que cada una de las certezas, y de las respuestas traducidas a lenguaje y forma poética, denotan el profundo conocimiento que María Ángeles tiene del ser poeta, de ejercitar la duda, y de trabajarse una sabiduría a través de las demandas que el presente y su realidad -siempre imperativas- le hacen.

Existe en Incendio mineral un discurso en forma de poemas en prosa que nos trae, además, ecos de otros grandes autores, a veces en forma de mención, llamados al poema por la misma María Ángeles, como el caso de Aníbal Núñez, Gonzalo Rojas, Miquel Barceló, Claudio Rodríguez, etc. Y otras veces en guiños perfectamente engarzados, como los ecos de Ángel González: Pérez, hijo de Pedro, hijo de piedra; a Homero a través de personajes como Penélope, o de la mitología clásica como Sísifo, Ariadna, etc., por citar algunos ejemplos. También se apodera del lector a través de la conciencia social, con una infinidad de temas que van subyugando al argumento principal, y con los que nos hace partícipes de la necesidad de un pensamiento poético crítico En la noche de San Juan entregaré la pulpa y los atajos a la palabra “patria”, ese avispero…. Además, para ello hace uso del pronombre nosotros, nos convoca en ocasiones a todos, y ratifica su compromiso con el lector a través de una inclusión de la esencia más humana en sus dudas, sus afirmaciones y sus conclusiones, de modo que nos advierte de nuestra necesaria presencia en el mundo, algo parecido al ahí que reivindicara Jorge Riechmann.

Hay poemas sencillamente memorables, como Todo lo recubre piel humana, Estruendoso zumbido de lo real, o El fuego alguna vez fue un animal. Hizo ya María Ángeles Pérez López un libro originalísimo, Interferencias, editado por La Bella Varsovia, en el que el intertexto se hacía protagonista, y en este vemos cómo nosotros, nuestra naturaleza como seres, lo que nos rodea, en tanto que materia, somos el particular intertexto de los poemas. En definitiva, y por no hacer saya de un telar que no me pertenece, os recomiendo vivamente este libro para degustar una poesía hecha desde el trabajo y la emoción. Para mí es, sin duda, una voz imprescindible dentro de nuestro panorama poético.


Hemera-Virginia De León-Noctis



Virginia De León, en esta muestra, hace saltar por los aires los bestiarios, por la sencilla razón de que sus ejemplares no están creados para la clasificación, sino para que nosotros mismos nos reflejemos en ellos, y seamos las bestias que observan, desde el ojo de nuestra inconsciencia, nuestra propia lejanía. Los animales que Virginia nos ofrece, incluyendo al niño, como elemento salvaje y hermoso, abren una brecha en el espacio cotidiano, y dejan entrar una luz extraordinaria, que generalmente, es la misma luz que los compone. Así, el color y el tono de sus pieles, sus gestos, o su ferocidad, se extienden por todo el cuadro en cada uno de ellos, haciendo patente el hecho de que esa supuesta irracionalidad, ese lugar en el que vive el instinto, y que nosotros creemos abandonado, en realidad, nos circunda. Su habilidad es la de una visionaria, la de una artista con la clarividencia del chamán, con la llave de las dimensiones a su disposición.

El mismo título de la muestra, Hémera Noctis, nos habla de una paradoja, la luz que representa la diosa Hemera, mezclada con la propia noche, en la que parecen habitar todos sus protagonistas. A veces noche, decía, y a veces la bruma o la niebla de la mística, en la que deberíamos transitar de vez en cuando, en aquellos momentos en los que tengamos necesidad de esa claridad ignota que tanto anhelamos. En esos momentos, si seguimos las indicaciones que subyacen de las pinturas de Virginia, deberíamos cerrar los ojos y abandonar la realidad del -ontos, y abrirnos hacia un -logos que ofrezca una nueva puerta a nuestra consciencia.  

Hay algo que nos enraíza con ellos, y no se trata solo de su hermosa ejecución, en cuanto seres que adoramos la técnica, sino que hay una cosmogonía en el conjunto de la muestra que no para de llamarnos, insistentemente, hacia el grito instintivo que permanece latiendo dentro de nosotros, con una frecuencia casi inaudible para el oído, pero con unos decibelios de guerra para el alma.   


Hemera Noctis se puede disfrutar en el Estudio de Arte Pablo Alfaro hasta el 8 de junio.  

Nostalgia de la acción. Ana Gorría.



Probablemente me pueda el cariño, no lo niego. Sin embargo, para justificarme, confieso que no me acerco a ningún libro de poesía sin cariño, con lo que compensada queda la devoción que tengo hacia la autora de este libro: Ana Gorría.

Nostalgia de la acción es su último libro. Está editado, o mejor dicho, está transportado maravillosamente bien, por la editorial Saltadera, dentro de la colección Oscuro dominio. Debo decir, por responsabilidad, que se trata de un edición preciosa, sobria, y al mismo tiempo, inquieta y rompedora. La magia de este libro la ponen, obviamente, los poemas de Ana, pero también los dibujos de Marta Azparren. De ambas cosas trataré de dar cuenta en las siguientes líneas. Sin pretensiones, ojo, ya que yo no soy un crítico -que está la cosa de la crítica que arde-, sino un penitente que os confiesa, oh amigos de la curia, sus pecados.

Al hojear el libro, en un primer momento, resulta casi imposible no acordarse de las maravillas que editaron en su día Ana Santos y Pedro J. Miguel. Si por algún motivo alguien no se percatara, Ana se encarga de ponerlo en situación, dedicando el libro a la memoria clara de Ana Santos, y a Pedro. Insisto en que me podrá el cariño, pero es de ley evidenciar a los que han dejado huella en la edición de libros que saltan de la página, y que viven más allá de los pliegues.

Ana Gorría escribe un libro de poemas inspirado en la figura de Maya Deren, una artista ucraniana, polifacética, que vivió entre los años 20 y la década de los 60, y que centró su obra en la cinematografía y en la danza. Estos dos aspectos son la clave del libro, ya que a través de los dibujos de Marta, y de los poemas de Ana, somos transportados por el ritmo de la palabra y del movimiento físico. Ana Gorría consigue un ritmo que va más allá de los recursos canónicos para crear cadencias, se sube a lomos de la danza y propone una poesía cargada de movimientos que traspasan el papel y llegan a la respiración propia del lector. Silencios que aparecen de forma abrupta, dejándonos placenteramente sin aire, recurrencias léxicas obstinadas que nos sumergen en los movimientos espasmódicos de la danza, recesos y reinicios del movimiento a través del juego con el verso y con la página. Todo perfectamente hilado, pensado y ejecutado, como es, por otra parte, la poesía de Ana Gorría. Los poemas y los dibujos, juntos, nos hacen tener una experiencia chamánica que une los diferentes lenguajes en uno solo, el del lector transportado. Así, sugestionados por la presencia del movimiento en la tinta de Marta y de la respiración en la palabra de Ana, terminamos por vivir este libro desde la emoción visual, lectora y física. Ciento veinte páginas de contorsiones de un cuerpo que vive en la mente de la poeta, y de una poeta que vive en la mano de una dibujante, reflejan hasta qué punto la poesía es la más maleable de las artes, y al mismo tiempo la más rígida con los resultados de sus apuestas. Sin lugar a duda, uno de esos libros que nos palpitan desde la mesa o desde la librería; uno de esos libros que nos retan a vivir la experiencia poética de otra manera.



Nostalgia de la acción. Ana Gorría. Dibujado por Marta Azparren. Editorial Saltadera, Col. Oscuro Dominio. 2016, Oviedo.

El Peligro y el sueño. La escuela poética de Albacete.





Imagen:  El incendio. Matías Miguel Clemente. 

El llano está en llamas. Es una frase que, de un tiempo a esta parte, resulta recurrente en Albacete. La frase, que tiene como origen el título del famoso libro de cuentos de Juan Rulfo El llano en llamas, contiene una extraña y emocionante imagen. En este caso el llano "está" en llamas, es decir, el verbo actualiza la acción y la sitúa en un momento muy concreto en el tiempo. El llano está en llamas y no sabemos cuándo dejará de estarlo. Aprovechemos hasta las ascuas.

Mucha gente se pregunta qué está pasando en Albacete, sobre todo gente vinculada a la literatura, sin embargo la llama está alcanzando a muchas otras disciplinas, la música, la pintura, la escultura, la videocreación, etc. Sin embargo, hoy quiero traeros exclusivamente a este blog la literatura, es decir, la antología que con un criterio muy acertado, fruto del trabajo y las horas, ha realizado Andrés García Cerdán. Andrés despertó por la mañana y se dijo a sí mismo, delante del espejo, y con ese entusiasmo que le caracteriza: "Hay que hacer algo, y hay que hacerlo ahora." Y sin más, se puso manos a la obra, con la voluntad de las ballenas, que buscan el más cálido de los mares, y con la perseverancia y el ánimo del pájaro carpintero, que golpea y golpea finamente hasta crear su espacio.

La selección es absolutamente representativa. Varias generaciones de autores que han realizado la labor propia de la creación íntima, pero que, además, cada tanto, han apostado por unir sus fuerzas en la tarea del fomento de la poesía, ya sea a través de encuentros, antologías, jornadas o simples, pero no por eso menos solemnes, cervezas de terraza. Esto los hace además de enormes poetas, gigantes agitadores, que de vez en cuando, y sin saberlo, soltaban chispas de ese mechero de cuerda que es el libro de poemas. Y así, de ir quemando rastrojos se produjo el incendio.

                                                      


Los poetas incluidos en esta antología por orden de aparición son: Arturo Tendero, Rubén Martín Díaz, Javier Lorenzo Candel, Constantino Molina Monteagudo, Andrés García Cerdán, Antonio Rodríguez Jiménez, Mercedes Díaz Villarías, Ángel J. Aguilar Bañón, María Moreno Molina, León Molina Pantiga, Luis Martínez-Falero, Ana Martínez Castillo, Juan Carlos Gea, Vicente Cervera Salinas, David Sarrión Galdón, Julián Cañizares Mata, Matías M. Clemente, Miguel Úbeda, Lucía Plaza Díaz, Valentín Carcelén, Ángel Antonio Herrera, Frutos Soriano, Francisca Gata Amate, Pedro Gascón, Juan García Rodenas, Jaufré Rudel, Gracia Aguilar Almendros y Javier Temprado Blanquer.

Andrés García Cerdán ha sabido tomar la vena de la ciudad, palparla, sentir su golpeo, sincopado en ocasiones, y darle el ritmo que resulta de la emoción del encuentro, de la celebración de la amistad y del respeto por la letra. Sobre todo ha tomado el ritmo de la llama, que como todos sabemos, se alza y baila sobre el tocón, con un ritmo misterioso pero constante. La edición viene sostenida por la voces inapelables e irrefutables de autores y críticos de la talla de Antonio Gamoneda, Dionisia García, Antonio Lucas, Javier Lorenzo Candel, Pablo García Casado, Carmelo Guillén Acosta, Luis Bagué Quilez, Carlos Alcorta y Javier Sánchez Menéndez.

La gesta la ha culminado la editorial Celya, que magistralmente gestionada por Joan Gonper, ha creado una edición de aquellas que mezclan la novedad, el descubrimiento, y la estética del libro de consulta, que en definitiva, según mi modesta opinión, debe ser la finalidad de este volumen: un ejercicio de placer lector y un pantone de referencia para esta tierra y para este momento feliz.

Sean de Albacete, de Castilla-La Mancha, o de donde carajo quieran, no dejen de prestar atención a esta antología, en la que nombres que, refrendados algunos a través de premios como Adonáis, Ojo Crítico, Jaime Gil de Biedma, Arcipreste de Hita, Alfons el Magnànim, etc, coexisten con otros que han podido acceder a la publicación de sus libros en grandes editoriales como Visor, Hiperión, Pretextos, Isla de Siltolà, La Bella Varsovia, o felizmente autoeditados y ratificados, como en el otro caso, por su calidad poética.

Mi pálpito es que el poeta es el más longevo de los extranjeros, y este páramo, tan por hacer, es la mejor de las patrias para el forastero, el vacío perfecto.


Edvard Munch en carnavales

Este fin de semana ha sido el de la festividad del Carnaval, y puesto que se trata de una fiesta de la expresión, del color y de la inquietud, al menos para mí, he decidido ir a buscar a uno de los más representativos pintores expresionistas: Edvard Munch.

Para encontrarme con parte de su obra he tenido que desplazarme a Génova. Decir que esta es una extraña ciudad puede ser una obviedad, o un topicazo digno de aquel que no viaja demasiado; sin embargo, puedo decir, que después de ver muchas extrañas ciudades, Génova es una de las más raras. Está parada, oblicuamente parada, y os aseguro que yo he visto muchas ciudades que también estaban paradas, por fuerzas telúricas unas, como el caso de Atenas, por mandato histórico como el caso de Sarajevo, o por decisión propia como puede ser el caso de Turín (Ciudad Real la dejo para otro análisis más profundo). Sin embargo, Génova parece parada porque no hubiera más gobierno que el de la propia inercia de la gente al andar en contra del viento del puerto. Salir y entrar del metro de Génova (paraíso del embargo) por ejemplo, es un ensayo ante el desastre nuclear. Es la expresión de la vacuidad en la plenitud, es una doblez inmediata. Es un abandono que expresa. Definitivamente Génova es un lugar perfecto para alojar la obra de Munch. Por su extraño vacío, por su expresión silenciosa, por la ingratitud de su humedad, su sal, su viento, y por el corrosivo orín de la gente en sus esquinas.

Y precisamente de todo eso, de la intemperie, del abandono y de las inclemencias quería hablar, o más que hablar: preguntarme-preguntaros. Sin duda iba más que dispuesto a ver algunas de las piezas clave de la obra de Munch, no tanto, debo decir, de la producción a óleo (en ocasiones cometemos el error de considerar obra finalizada aquella que está acabada en óleo), sino aquellas obras (litografías, xilografías, aguafuertes) que hubieran originado esa condensación del color y la expresión que tanto nos inquieta en cuadros como "el grito", "angustia"  o su "madonna" con o sin espermatozoides. La disposición hizo, por ejemplo, que me detuviera en detalles que en otras ocasiones me habrían pasado desapercibidos, como el demoledor trazo de los ojos de la "hermana enferma" que me ha golpeado duramente, o su tardío problema de visión plasmado en los retratos de sus amigos. 



Pero a mitad del recorrido, después de introducirme en el dolor de la pérdida de su hermana y la obsesión fatidica por la levedad del ser humano y por la enfermedad, después de observar la duplicidad de sus litografías y de su camino particular y contracorriente, me encontré con unas fotografías y una reflexión que me hicieron pensar, o mejor, preguntarme sobre la poesía.


En esta imagen vemos al propio Edvard delante de muchas de sus obras, con una actitud de trabajo perfecta para el desarrollo de las mismas, con las pinturas distribuidas perfectamente, bien colocadas: expansión de la soledad en madera. Pero hay algo que llama nuestra atención, el vestuario de Edvard. Está abrigadísimo porque no solo está al aire libre, sino que además todo está lleno de nieve. Evidentemente esto no es casual, un pintor como Munch, con la edad que parece tener en la fotografía, alberga la suficiente experiencia como para estar preparado para resguardar su obra, tanto si cayera una repentina nevada como si un loco pintor noruego hiciera de censor ante sí mismo. 

La razón por la que Edvard permanece con su obra al aire libre ante una tremenda nevada es sencilla y dura al mismo tiempo: el pintor tomó la decisión de exponer sus obras a las inclemencias o bondades del tiempo. Consideró apropiado someter su técnica al frío intenso, al calor, al sol, a la luz de la primavera, a la humedad del otoño, a la ruindad y fiereza de la noche y a las impurezas que pudieran amenazar a la propia obra a través de la casualidad y la ventura. Espacio y tiempo (en este caso tiempo meteorológico). Una decisión tan ancestral como la de dejar la carne de la caza encima de una piedra, para después consumirla con la particularidad y las particularidades. Un gesto natural, de sosiego, de calma y confianza (toda aquella confianza que le fue arrebatada cuando su hermanita abandonó el mundo acuoso de los fiordos y seco de las mantas del lecho). Una actitud sencilla y humilde ante su producción y la relación con el mundo que lo rodea. Mejor...esa costumbre la tomó hacía muchos años, ya que también él se sometió a la inclemencia y la intemperie para expresar cuanto tuvo necesidad.

 
Después del recorrido, mi regreso en tren fue abrigado, cubierto de preguntas, de cuestiones que aún hoy no he terminado de resolver. Mientras salía de la ciudad de la expresión estática, del gobierno de lo inmóvil y de la imagen de la sal incestuosa, ya atardeciendo, pude echar un vistazo, desde el puente que une la ciudad con el resto de la península itálica, a la escalada de casas amarillas, y al lejano mar que mangonea. Y pude, vive dios, oír un grito desde la más honda de las verdades que se vino conmigo y que añoraba su origen y sus respuestas: ¿Qué clase de intemperie, de verdad natural, de estación cíclica, de gradación temporal o de viento inclemente, necesita un poema para afrontar el tiempo, ahora sí, físico?


Movimiento de tierras

Ando estos días liado con Góngora, en todos los sentidos como imaginaréis, salvo en el sentido que imagináis...Nos toca dar el barroco, a Quevedo y obviamente al genio cordobés. Tamaña empresa, ya en un país hispanoparlante, pensad en chicos de 16 años que tienen en esta lengua una nueva adquisición. Por fortuna, cada vez la sienten más como un refugio secreto y eso me tranquiliza, pero no me permite bajar la guardia.

Precisamente por eso esta noche he recurrido al Lenguaje y Poesía de Jorge Guillén, donde como sabéis el poeta y crítico desgrana la obra de varios pilares de nuestra literatura, y cómo no, de nuestro nasón (por esta vía podría comenzar a conquistarlos, porque aquí, en Italia, hay unos cuantos relojes de sol mal encarados). Comencé a leer con una sensación, reconozco, de página amarilla, de cartón mojado y luego evaporado, más por el cansancio de toda la semana que por la prosa del análisis de Jorge, que es indudablemente certera. Y entonces llegué a un fragmento que me dio una descarga. La sacudida fue digna de un terremoto devastador, de un movimiento subcutáneo y cardiaco pavoroso (hongo de bomba atómica, minas sepultadas, niños gritando).

Comienza Jorge hablando de la dificultad de la poesía de Góngora, como no puede ser de otra manera; es difícil, muy difícil, como dice el propio Guillén, con una trabazón tan coherente que admite un análisis muy preciso, insiste en que la poesía de Góngora es la más explicada de nuestra literatura, por su precisión y su posibilidad de análisis. Y en el momento en el que la lógica de esa afirmación me permite reencontrarme con mi autocomplacencia, el bueno de Jorge sentencia: ¿Cómo desmontar, en cambio, la poesía sencilla -sencilla hasta cierto punto- si no ofrece artificio desmontable?...

Movimiento de tierras, falta de oxígeno, gas mostaza en mis pulmones, mi corazón de viaje y en un concierto de cuencos tibetanos, luz y masa oscura se convierten en inspiración y aspiración. Vuelvo en mí y pienso en lo sencillo escueto y en lo sencillo extenso, en un páramo, en Whitman cantándose así mismo, en Alberto Caeiro preguntándole al guardador de rebaños, en la exactitud de Pizarnik en su dolor, en el sintagma degradante tren, en la belleza de un traveling de minutos en el que apenas sucede nada y pasa todo. Me quedo inmóvil sin saber dónde está mi discurso, si en el desierto de los que, como San Juan, no encuentran consuelo ni arma en las palabras, o en el pórtico sinuoso y brillante de los que creen en la magia del verbo.

Dejo el libro a un lado de la cama, todavía no hay nadie conmigo, se oye un debate televisivo desde el salón, un mechero que enciende un cigarrillo, intuyo que mover un pie debajo de la manta será como declarar la derrota de las palabras, dada mi inmovilidad y rigidez anterior. Lo muevo para declarar la vida a pesar de todo, el gato se abalanza sobre él, le dejo jugar, y yo asustado me duermo.



                                       tocata y fuga

                                       fuga y tocata


Imágenes: Matías Miguel Clemente

Giorgio Caproni

Después de reflexionar acerca de mi necesidad de dar otra vez vida a este espacio, y después de terminar de aclimatarme a Turín...de nuevo, me siento para iniciar una nueva serie de entradas de las que no sabría adelantar absolutamente nada. Si bien, me atrevo a decir que servirán para ofrecer, como he podido intentar mientras ha funcionado, las perlas que me voy encontrando por el camino.

Para re-comenzar os dejo un poema de Giorgio Caproni, a través de la traducción que ha realizado Juan Carlos Reche y Juan Antonio Bernier editada en Pre-Textos y que le ha supuesto al primero el Premio nazionale per la Traduzione. Caproni es un poeta cantor, es decir, de aquellos poetas músicos que reflejaron en su poesía la necesidad de ritmo y sonoridad que también transmitieron en su intimidad. Poeta de Livorno amado y querido por coetáneos como Pasolini, Bertolucci o Luzzi.
os dejo este poema que pertenece al libro Il muro della terra.



All'alba
 
Eran costretti, tutti,
a seguir lui, il solo
che avesse una lanterna.
                                      Ma all'alba,
tutti, si sono dileguati
come fa la nebbia. Tutti.
Chi qua, chi là.

(C’è anche chi ha preso,
pare, una strada falsa.
Chi è precipitato. È facile.)

Oh libertà, libertà.

                                                 (Il muro della terra, 1975) 


Al alba

Estaban obligados, todos,
a seguirle a él, el único
que tenía una linterna.
                                    Pero al alba,
todos se esfumaron
como la niebla. Todos.
Unos aquí, otros allá.

(Algunos tomaron,
parece, un camino equivocado.
Los hay que se precipitaron. Es fácil.)

Oh libertad, libertad.

                                                 (El muro de la tierra, 1975)

Traducción de Juan Carlos Reche y Juan Antonio Bernier. Poesía Escogida, Giorgio Caproni. Pre-textos. 2012.

Ilustro con una fotaza de Javier dela Fuente, que nos mandó para Fractal 2.0 y que me vino a la mente en cuanto leí el poema. 



Bienvenidos de nuevo aquellos que nunca os fuisteis.

Spoon River


Edgar Lee Masters, un abogado laboralista que, probablemente harto de ver pasar por sus oficinas a cientos de personas oprimidas, vapuleadas por los contratos laborales, vejadas por una América que bullía como la gaseosa por sus incipientes industrias y su descarnado clasicismo, optó por divertirse con la poesía allá por el año 1915. Sin ser muy consciente de lo que hacía se dedicó a recoger nombres de los cementerios de algunas poblaciones rurales cercanas al Río Spoon, y así, con esas personalidades encerradas en un nombre comenzó a hacer uno de los mejores ejercicios de otredad que existen. Desazón, venganzas, declaraciones, obsesiones nunca confesadas, miedos, amores ocultos... Es el libro de poesía más leído en la historia de los Estados Unidos. A mí personalmente me parece maravilloso. 


 
REUBEN PANTIER

Mire, Emily Sparks, sus oraciones no fueron en vano,
su amor no fue del todo inútil.
Lo que haya sido en la vida se lo debo
a sus esperanzas de que yo no me rindiera,
a su amor que me seguía viendo tan bueno.
Querida Emily Sparks, voy a contarle mi historia.
Paso por alto los estragos que me causaron mis padres.
La hija de la sombrerera me metió en un lío
y me marché a recorrer mundo.
Sufrí todo peligro relacionado
con el vino, las mujeres y los placeres de la vida.
Una noche, en una habitación de la Rue de Rivoli,
bebiendo una botella de vino con una puta de ojos negros,
se me llenaron los ojos de lágrimas.
Ella creyó que eran de amor y me sonreía
pensando que me había enamorado de ella.
Pero mi alma estaba a tres mil millas de aquí,
en aquellos días en que usted enseñaba en Spoon River.
Precisamente porque ya no podría quererme más,
ni rezar por mí, ni escribirme más cartas,
habló por usted el silencio eterno.
Y la puta de ojos negros creyó que eran por ella,
como los besos falsos que le di.
No sé cómo, pero desde aquel instante, lo vi todo distinto.
¡Mi querida Emily Sparks!


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EMILY SPARKS

¿Dónde está mi niño, mi pequeño?
¿En qué rincón del mundo?
El niño que yo más quería de toda la escuela...
Yo, la maestra, la vieja solterona de corazón virgen,
que a todos ellos hice mis hijos.
¿Conocía de verdad a mi niño
al pensar que era de espíritu indomable,
inquieto, siempre con algo en mente?
Oh, pequeño, pequeño, por quien recé y recé
tantas noches en vela,
¿te acuerdas de la carta que te escribí
sobre el maravilloso amor de Cristo?
La recibieras o no,
mi niño, dondequiera que estés,
lucha por la salvación de tu alma,
que el barro, la escoria que llevas dentro
ceda ante el fuego que hay en ti,
hasta que el fuego sólo sea luz...

¡Sólo luz!


Spoon River, Edgar Lee Masters. Traducción, prólogo y notas de Jaime Priede. Bartleby Editores 2012.
Fotografía de William Eggleston


Fotopoesía. Virginia Caro-Ana Santos



Ya hemos recogido las obras que han estado expuestas en el Museo Provincial de Albacete por motivo de nuestro Festival Fractal. Y ahora nos gustaría que más gente pudiese disfrutar de las excelentes obras que han estado allí recibiendo el cariño y la admiración de los que nos habéis ayudado y nos habéis animado con vuestra presencia.

Iré colgando en el blog las diferentes obras que han propuesto los fotógrafos y de las que nuestros poetas han realizado su trabajo. Comienzo este periplo por la fotografía de la artista Virginia Caro, a la que ha puesto  poema la poeta y editora Ana Santos.







Jaula

Jaula es una palabra difícil,
por eso no hablaré del pájaro,
ni del dolor,
tampoco de la libertad.

No hablaré de la memoria,
o del alambre metálico,
tampoco de la invisible figura del ave.

Dejaré sin plumas este testimonio transparente
y hablaré de Ella:
            la que sustenta
            la que interroga
            la que viste de blanco como una diosa
[diosa que ofrece y nutre]

Hablaré de Ella o Ella hablará a través de mí.
Para dejar atrás el interior, el símbolo, el frío metal.

Ella, diosa blanca, me robará la voz
y en una oscura lengua nos enseñará a cultivar el silencio

el silencio

cultivar el silencio Ella en el lugar exacto

silencio Ella

cultivar el silencio en el lugar exacto de la mirada.

Ella

diosa blanca que nos sustenta.


Poema: Ana Santos Payán       Fotografía: Virginia Caro

Sevilla Este. Pablo García Casado

Imagen: Matías Miguel Clemente

El otro día encontré esto. Iba a sacar dinero del cajero automático y no pude dejar de pensar en el poemazo de Pablo García Casado. Imaginaba a un hombre arrodillado pidiendo clemencia y olvidando los restos de su amor propio ante el totem. Uno de los mejores libros que he podido leer en muchos años. Siento ser así de vehemente pero lo merece.




Sevilla Este

Es un hombre que camina solo por el barrio. Un martes por la mañana a la hora en que los demás trabajan. Que mira su teléfono móvil comprobando que funciona correctamente, que tiene suficiente batería y cobertura. Que todavía puede controlar la situación. Es un hombre a la espera de noticias, que ha salido de casa porque necesita pensar, pensar en algo. Su mujer lo mira desde el balcón con el niño en brazos, el camisón deja entrever los pechos caídos de la maternidad. Pechos una vez de brillantina, la locura de la sala de fiestas, todos esos hombres y sólo tú, con tu cara de pájaro. Ven aquí, voy a llevarte lejos de este infierno, tengo negocios. El mismo hombre que hoy se arrodilla en el cajero automático y que suplica entre lágrimas, perdónanos, Señor, perdónanos.



Pablo García Casado. Dinero. DVD Ediciones.

Orden

Imagen: Matías Miguel Clemente


Poner orden en todo esto, defenderse, drenar. Dreno tiene las mismas letras que orden, pero desordenadas. 

Imagen: Matías Miguel Clemente


Cada cual se lame las heridas como puede o sabe.

Coincidencias

Felices coincidencias creadas en mi mente. Uniones subjetivas. Mundos extemporáneamente-compartidos.



 Horacio Coppola



 
Matías Miguel Clemente (Mazarrón)



Horacio Coppola 



 Matías Miguel Clemente (Budapest)

Carta abierta a Sergio Gaspar



A Sergio Gaspar y a los que habéis luchado tanto:

Cuántos habrán escrito un correo diciendo de corazón que el cierre de la editorial es una pésima noticia, imagino que cientos.  Y es que ante esta noticia no se puede hacer otra cosa que lamentar el mundo en el que vivimos. Más allá de ese lamento lo primero que pensé fue en reposar una respuesta, no hacer lo que me dictaba el corazón y la rabia que era escribirte inmediatamente para que sintieras mi rabia como si de alguna manera eso fuera un consuelo. Me senté entonces y pensé en el concepto de estar a la altura, sí, de estar y comportarse como merecía esta noticia y la memoria me llevó inmediatamente a un punto que está marcado con más de una muesca en mi vida, un momento en el que también tuve la ansiedad y la necesidad de estar a la altura, y fue precisamente cuando supe que formaría parte de la colección. Un torrente de responsabilidad me inundó, estaba realmente conmocionado por la necesidad de saber pertenecer a DVD. ¿Por qué? Porque se trataba y se trata de la colección de poesía que más ha dado a la poesía española en los últimos 20 años, porque había descubierto la poesía que se estaba haciendo en mis días gracias a ella, porque era un sueño  ¿Recuerdas que te mandé hasta el diseño de portada? La gente hablaba de Sergio Gaspar y de la editorial DVD como del Parnaso recién reabierto, como ese local que no conociste por tu juventud pero que abre de nuevo sus puertas y están aquellos a los que admiras abriendo ventanas con polvo y mugre para que entre el sol. Sentí esa necesidad de estar a la altura porque estaba representando, no sólo a mi obra, sino a una idea global en la que creía a pies juntillas, una idea que ponía por delante la novedad, la inquietud, la irreverencia, la alternativa. Una idea que ¿cómo no? arrastraba también el peso del mercado, pero que no se le notaba porque detrás de la editorial había una mano de poeta pulsando las rancias teclas de la calculadora.

Mis estanterías están llenas de libros blancos que he comprado casi sin pensar porque sabía que todo lo que encontrara tendría ese sabor dulce y amargo de la novedad, ese resplandor que da lo fresco: Pablo, García Román, Cañizares, Elena, Alejandra, Miriam, Portela, Santamaría, Raúl (Quinto y Alonso), Juanma Gil, Suñén, Lucas, Alzamora, mi queridísimo Carlos Fernández y tú mismo... Bukowski, Graham, Simic, Rilke, Bernhard, Pasolini, Llull...Martí i Pol, Fonollosa...puff, tantos y tantos. Muchas veces pienso en si en ese momento estuve a la altura y en si supe hacer aquello que nos has dicho a todos: Hay que luchar. Sí sé que pertenecí y pertenezco a la colección DVD de la mejor manera que supe y que sé, siguiendo con la idea de que la poesía debe rescatar al hombre desde la novedad, desde la rabia y la inconsciencia de la juventud permanente que nos visita, escribiendo como me pide la entraña, lejos de estilismos preconcebidos y hechos al calor del saldo y el mercado. Así lo hago desde que cogí Las Afueras de Pablo como primer libro de DVD que cayera en mis manos.

Ahora, la manera en la que creo que personalmente voy a estar a la altura no es decirte la obviedad de que esta noticia es así o asá, sino celebrar todo lo que has y habéis hecho, celebrar que la poesía ha estado cómoda con vosotros (Mestre nos contó en una ocasión que la poesía -ella le da audiencia muchas veces- huye con facilidad ante muchas cosas). Celebrar que habéis luchado, mucho, porque eso hay que celebrarlo siempre, porque toda lucha provoca un humo y el olor de ese humo no se olvida. Y sobre todo celebrar que me diste la oportunidad de luchar por la poesía en la que creemos. 

Gracias DVD y gracias Sergio.

ocupación

no quiero ocuparme más de todo esto porque es llenar de empeño
los espacios alimentar las grietas hambrientas de mi cuerpo
desposeerme del silencio en el que a veces insisto y reproduzco
como olas en una estación abandonada antes de un tsunami

no ocuparme más de mí puede ser la mejor manera de decir
a tientas que el trabajo mata a los hombres y que razonar
es lo que hace de un cuervo un pájaro odioso

que la base de todas mis acciones es un bunker enfermo y ocupado
como fue ocupada la plaza que dejó el padre de hamlet
o como fueron ocupados los nombres de algunos lugares
de la tierra como fue ocupado el cuerpo de friedrich aquí al lado
por un ente que le dijo antes de poseerlo que dejara el empeño y no
se ocupara más

                                                                                          ocupación

La Adoración. Capítulo 4

 Imagen: Matías Miguel Clemente. Alba (Piamonte).



Sí, la infancia, ¿pero por qué?¿Qué tenías tú que ver con ella?
No ser tiempo, me dije. También la infancia crece iluminándose
y, si juráramos haber seguido sus huellas sin perder la cuenta,
una a una, nos habría conducido a un palacio iluminado donde
celebrar siempre su victoria. También la infancia fue vivida y no
tuvo un final. Igual que tú, prometió algo que no coincidia con
la vida. ¿Y se fue?¿Y te fuiste?

De La Adoración. Capítulo 4. Desde que somos un diálogo.
Juan Andrés García Román.
Sólo este fragmento me ha dado más que luz que todo un verano.

Immondizia

Imagen: Matías Miguel Clemente. Oporto.



Immondizia significa en italiano basura, también en español, pero no lo contemplamos como uso generalizado. Al principio, siempre que lo oigo, me resulta divertido, pero después me produce una sensación aspaventosa. Acabo de llegar del mercado que hay en Via Madama Cristina, en el barrio de San Salvario, de comprar basílico y hierbas para ensalada. Es un mercado ordenado, silencioso, incluso limpio, nada que ver con la algarabía de Porta Palazzo, nada que ver con los colores que se esconden bajo los toldos rojos y sobre las pieles de los mercaderes, nada que ver con los cantos disfrazados de plegaria y oferta "DAI!!! SIGNORA!!!DAI!!!...Y nada que ver con su estructura casi sinérgica que te hace dar vueltas y vueltas y parecer la partícula de dios perdida en un espacio móvil. Si comparamos se compra más barato en Porta Palazzo y además ahí sí hay cosas que ver, los sábados por ejemplo sucede otro fenómeno: el Balon. Mientras sucede la magia del mercado diario en Piazza della Repubblica, donde actúa el circo de Porta Palazzo, un poco más abajo, casi pegado y cerca del río Dora, o la Dora, hay un mercado de cacharros, a secas. En el Balon se trapichea, se vende lo que ya nadie quiere a este lado más cercano al Po, las cosas inútiles, inservibles, desfasadas. Sobre una sábana blanca como la que refleja el cuerpo de cristo a unos metros (no exagero) los vendedores colocan sus trastos inútiles ocupando la explanada que hay bajo Piazza della Repubblica. Zapatos, zapatos sueltos, llaveros, llaves sueltas, herramientas, herramientas rotas, bicicletas robadas, bicicletas robadas rotas, todo un catálogo de tecnología obsoleta y hierro valiosísimo para que ese circuito siga funcionando, para que lo que aún es mondizia pueda ofrecer algo que llevarse a la boca a quien lo encuentre o lo trueque. Y así, desde Madama Cristina, hasta Porta Palazzo, y hasta que por fin llegamos al Balon, recorremos el camino que recorren las cosas útiles hasta que se convierten en basura, en immondizia. Pero aún, cuando termina el Balon y la explanada está vacía de vendedores, aún en ese momento un ejército de gente desprovista de todo lucha contra los agentes de limpieza para rescatar la immondizia. Cuando los servicios del Comune activan sus mangueras aún hay gente disputando una tela, un plástico con forma de elefante, un zapato, una llave inglesa.

Eso hemos hecho, hacer de lo que ya no es de este mundo, de lo que es inmundo, algo valioso. Eso estamos construyendo, un mundo para los que usamos lo del mundo, y otro para los que se ven obligados a convertir nuestra inmondizia en su propio mundo. Así, nosotros recorremos los estadios que recorren los objetos, a veces con la certeza de pagar más de la cuenta, y otras veces con la curiosidad de ver dónde acaba aquello que ya no quisimos y por lo que no pagaríamos nada; pero ya, hasta ahí llegamos, ahí acaba nuestro viaje, donde para nosotros, que estamos a este lado, empieza la basura.

Imagen: Matías Miguel Clemente. Vista parcial del Balon.